domingo, 30 de diciembre de 2012

SETENTA Y DOS HORAS DESPUES



Sentados en la nube
no vimos
a la tormenta acechar.

Olvidamos, que la luz siempre huye.
Y volvimos a ignorar.

El impacto fue tremendo.
El destino se espantó.
Y separados, ya
sin suelos, hubo olor a soledad.

Vibraciones en la piel
mirada intensa
mano incoherente…

Como extraños
setenta y dos horas después
seguíamos entre grises y negros
inundados de amor.

El corazón tenía ese sabor…

Sabor
a reencuentro.

ChicoMalo
17-08-2010

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